Caída
Óleo Sobre Lienzo, 2017


El 11 de Agosto del 2016 murió mi papá. Me costó creer que era verdad, pues tan solo unas horas atrás me había despedido de él. Me quedé toda la tarde acompañándolo, estaba tan vivo. Cuando llegué al hospital, sentí una cobardía enorme de ver su cuerpo, pero cogí su mano, la misma que agarré mientras le di un beso para despedirme la tarde del día anterior.

Hoy me pregunto qué sentido tiene vivir si hemos de morir. Miro a mi alrededor, veo el niño que fui, veo lo que soy, veo a mi padre. Al final todo se acaba, al final todos nuestros deseos se entierran o incineran junto a nuestro cuerpo. No creo en la reencarnación, ni en vidas posteriores o anteriores a la que nos tocó vivir. Tal vez no elijamos cuando morir o tal vez si. Tal vez tengamos el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que eso significa viendo el momento llegar, o tal vez no; sólo tengo claro que todo muere todo el tiempo. Morir se hace consecuencia de un acontecimiento que tiene lugar desde el momento de nuestra concepción. Como sea, esa finitud que nos constituye, que nos asusta, que nos apega a la vida, es la deuda que debemos pagar por existir.

Caída evoca a esta pérdida y surge en un intento por conservar las últimos recuerdos que tengo de mi padre, con la creencia de que en el acto de pintar este momento, podría celebrar su recuerdo y entender su ausencia.